AL BORDE DEL CAMINO

Aquí estoy, Señor,
como el ciego al borde del camino
cansado, triste, aburrido,
sudoroso y polvoriento,
sin claridad y sin horizonte-;
mendigo por necesidad y oficio.

Aquí estoy, Señor,
en mi sitio de siempre pidiendo limosna,
sintiendo que se me escapa la vida,
el tiempo y los sueños de la infancia;
pero me queda la voz y la palabra

Pasas a mi lado y no te veo.
Tengo los ojos cerrados a la luz.
Costumbre, dolor, desaliento...
Sobre ellos han crecido duras escamas
que me impiden verte.

Pero al sentir tus pasos,
al oír tu voz inconfundible,
todo mi ser se estremece
como si un manantial brotara dentro de mí.

Te busco,
te deseo,
te necesito
para atravesar las calles de la vida
y andar por los caminos del mundo
sin perderme.

¡Ah, qué pregunta la tuya!
¿Qué desea un ciego sino ver?
¡Que vea, Señor!

Que vea, Señor, tus sendas.
Que vea, Señor, los caminos de la vida.
Que vea, Señor, ante todo, tu rostro,
tus ojos,
tu corazón.

Florentino Ulibarri

Comentarios

  1. ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí! ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí! ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

No tengo fuerzas para rendirme

Feliz año nuevo, en pijama