No nos gusta hablar de conversión. Casi instintivamente pensamos en algo triste, penoso, muy unido a la penitencia, la mortificación y el ascetismo. Un esfuerzo casi imposible para el que no nos sentimos ya con humor ni con fuerzas. Sin embargo, si nos detenemos ante el mensaje de Jesús, escuchamos, antes que nada, una llamada alentadora para cambiar nuestro corazón y aprender a vivir de una manera más humana, porque Dios está cerca y quiere sanar nuestra vida. La conversión de la que habla Jesús no es algo forzado. Es un cambio que va creciendo en nosotros a medida que vamos cayendo en la cuenta de que Dios es alguien que quiere hacer nuestra vida más humana y feliz. Porque convertirse no es, antes que nada, intentar hacerlo todo mejor, sino sabernos encontrar por ese Dios que nos quiere mejores y más humanos. No se trata solo de “hacerse buena persona”, sino de volver a aquel que es bueno con nosotros. Por eso, la conversión no es algo triste, sino el descubrimiento de la verdadera a...
Anoche estaba tan dolorido que me fui a la cama muy temprano. No dormía y un minuto después de las doce escuchaba esta melodía en el móvil; sin pretenderlo, me trasportó a Granada una noche de primavera; en los jardines, la orquesta de Festivales de España... ¡Cuánto tiempo! No me dejó el teléfono hacer comentario alguno, pero supe que tenía que volver aquí para mostrar mi agradecimiento por esta delicia en ese momento tan molesto. Ahora lo repito mientras contesto para saborearlo de nuevo. Gracias, Fernando.
ResponderEliminarmúsica de fondo para la lectura, y mientras me meto en la cocina a preparar la comida de mañana, que tendremos mañana de reyes en casa, con toda la familia, y comer, comen.
ResponderEliminarSeguro que te sale exquisito. Cuando las cosas se hacen con amor, todo es extraordinario. ¡Que lo disfrutes!
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