¡Sumérgete en la vida!

Hijo mío: tú no sabes lo que eres,
pues todavía no te reconoces obra de mi amor.
No sabes lo que eres en mí,
e ignoras las posibilidades que hay escondidas en ti.

Despierta y deja los malos sueños:
esa fijación en fracasos, fallos y frustraciones,
en cansancios, caídas y pasos en falso...
Todo eso no es tu verdadero yo.
¡Déjate amar y guiar y... ¡ya verás!

Tu colección de máscaras
y los disfraces que te pones
te pueden ocultar a los ojos de los demás
-quizás a tus propios ojos también-,
pero no pueden ocultarte a mis ojos de Padre.

Esa mirada, tu mirada, que no es clara,
y tu deseo febril, anhelante,
así como tus ambiciones, apetencias y ardores
tan queridos, tan tuyos, tan fuertes...
Todo eso no es tu verdadero yo.
Bajo todo ello, detrás de todo eso,
más allá de tus miedos y dudas,
de tus éxitos y fracasos,
de tu pasado oscuro o yermo...
yo te miro, yo te amo, yo te elijo
y abro las puertas del cielo para mostrártelo.
Tú eres un hijo a quien quiero.

¡Podría decir tantas cosas...!
No de ese tú que busca disfraces,
sino del tú que permanece en mi corazón
y que acuno como Padre/Madre en mi regazo,
del tú que puede aún manifestarse.

¡Haz visible lo que eres para mí!
Sé el sueño hecho realidad de ti mismo.
Activa las posibilidades que he puesto en ti.
No hay ningún don al que no puedas aspirar.
Llevas mi espíritu y mi sello y sangre.

Te beso, te amo, te libero, te lanzo...
Te abro a la vida y te hago dueño.
Y si todo esto es lo que yo hago,
¿qué te impide levantarte, andar y ser?
¡Estás en el mundo por tu bien y mi querer!

¡Sumérgete en la vida y bautízate!

Florentino Ulibarri

Comentarios

Entradas populares de este blog

No tengo fuerzas para rendirme

Feliz año nuevo, en pijama