No nos gusta hablar de conversión. Casi instintivamente pensamos en algo triste, penoso, muy unido a la penitencia, la mortificación y el ascetismo. Un esfuerzo casi imposible para el que no nos sentimos ya con humor ni con fuerzas. Sin embargo, si nos detenemos ante el mensaje de Jesús, escuchamos, antes que nada, una llamada alentadora para cambiar nuestro corazón y aprender a vivir de una manera más humana, porque Dios está cerca y quiere sanar nuestra vida. La conversión de la que habla Jesús no es algo forzado. Es un cambio que va creciendo en nosotros a medida que vamos cayendo en la cuenta de que Dios es alguien que quiere hacer nuestra vida más humana y feliz. Porque convertirse no es, antes que nada, intentar hacerlo todo mejor, sino sabernos encontrar por ese Dios que nos quiere mejores y más humanos. No se trata solo de “hacerse buena persona”, sino de volver a aquel que es bueno con nosotros. Por eso, la conversión no es algo triste, sino el descubrimiento de la verdadera a...
Señor, me rinde el sueño, pero quiero que mi último pensamiento del día sea para ti y que enlace con el primero tras un sueño reparador. Te doy gracias por todo el día de hoy, con lo bueno y lo malo, lo agradable y lo que me hizo rectificar. Te doy gracias por estos tres días de dolor, esos se se hacen notar todavía más cuando se alivia o desaparece. Ayúdame, Señor, a decirte siempre sí.
ResponderEliminarGracias, Fernando, por esta invitación que me ha venido dada.