PREGÓN DE ADVIENTO: LLEGA LA HORA DE LA ALBORADA

Llega la hora de la alborada,
de pasar de la noche al día
y vivir como Dios quiere y manda;
de dejar atrás pesadillas,
malos sueños y desganas.
Despertad, como lo hace la naturaleza,
como la semilla que cae en tierra
o como los árboles que despuntan yemas.
Abrid las ventanas y respirad;
oread todas vuestras estancias,
sacudíos miedos y desganas,
lavaos la cara con fresca agua
y perfumaos antes de salir a la plaza.
¡Preparaos para su llegada!

 Poneos en pie sin hacer ruido,
desprendeos de tanta postración acumulada
y no volváis a añorar normas ni cargas.
Erguid vuestra espalda con libertad y gracia,
asentad los pies en tierra firme,
dejad que el corazón lleve su ritmo...
y lanzaos hacia el cielo con vuelo sereno.
Dios os quiere, ahora y siempre,
más de lo que imaginan vuestras ganas.
Otead el horizonte atentamente
para descubrir sus signos en este tiempo;
no olvidéis que sois vigías y pregoneros
de su venida y buena nueva.
¡Preparaos para su llegada!

Antes de iniciar vuestra tarea
oíd a quien es voz y palabra
y os llama a un diálogo sin fronteras.
Escuchad el gemido de la creación,
los gritos de los que no tienen voz
y al viento, que a veces susurra y otras arrasa.
He aquí un tiempo propicio
para percibir el rumor de los pasos de Dios
que no deja de visitar nuestra tierra.
No os hagáis los sordos a estas alturas;
sed oyentes de la palabra encarnada
que nos llama, habita y ama,
y dejaos embarazar por ella.
¡Preparaos para su llegada!

¡En marcha! Esa es la bienaventuranza.
No basta con soñar caminos nuevos,
hay que recorrerlos sin tardanza,
en soledad o en compañía,
para saber qué encierran en su entraña.
La vida es un camino abierto,
a veces, por el desierto inhóspito,
otras, por el mar con estelas,
o por el firmamento con estrellas,
o por la tierra con sus valles y colinas;
siempre por el interior de uno mismo.
Caminad, pues quien no camina
renuncia a creer y gozar la vida.
¡Preparaos para su llegada!

¡Respirad esperanza!
¡Preparaos para la sorpresa
que nos trae su llegada!


Florentino Ulibarri

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