ESPIRITUALIDAD ENCARNADA

Tú, que no quieres, en modo alguno,
ser amado contra lo creado,
sino glorificado a través de la creación entera,
danos, hoy y cada día:

La atención a lo real en su riqueza
y en su compleja diversidad.

El coraje humilde para decidir y actuar
sin tener garantizado el acierto
y, menos aún, el éxito.

La paciencia para lo que sólo germina a largo plazo,
y que no está en nuestras manos acelerar.

Un vivir reconciliado con nuestro cuerpo y espíritu
imprevisibles, vulnerables, amables.

El trabajo, con su gozo y su fatiga,
y el sufrimiento por quienes no pueden trabajar.

Una apertura sin defensas
a la presencia de los otros,
que nos visitan y cambian
si dejamos que entren con su novedad.

Y si es necesario, desplázanos, Señor,
de nuestros caminos y seguridades
y llévanos por los que Tú conoces y quieres,
para poder escuchar tu voz de Padre.

Sólo así entenderemos tu encarnación.
Sólo así seremos bautizados.
Sólo así sentiremos que el cielo se abre.
Sólo así nos llenaremos de Espíritu Santo.
Sólo así podremos vivir como hijos amados.

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