¿Se puede creer, Señor, desde el "bienestar"?

Señor,
¡cuántas veces,
consciente o inconscientemente,
idealizamos y anhelamos
el bienestar, el bien vivir!
Lo importante,
en nuestra escala de valores,
en nuestro proyecto de vida,
en nuestro programa,
en nuestro compromiso,
en nuestro horizonte...
es vivir cada vez mejor:
tener salud, dinero y amor,
trabajo y vivienda,
descanso y vacaciones,
protección y seguridad,
derechos adquiridos,
y una economía saneada
libre de preocupaciones...
pues solo así logramos
el reconocimiento de los demás,
la autoafirmación personal
y, en definitiva, la felicidad.

Pero el bienestar
nos lleva, temprano o tarde,
a un modo de vivir superficial,
insensible,
y ciego
para las dimensiones más profundas
del ser humano;
y, entonces, nuestra fe se desvirtúa.

Desde él solo queda sitio
para un dios milagrero
y una religión centrada
en lo individual y privado,
donde la fe y la espiritualidad
se convierten, con frecuencia,
en mero alivio de frustraciones
y de problemas personales.
Y pronto, Señor,
te convertimos en un elemento más
de seguridad personal
al servicio de nuestro ideal de bienestar.

Señor,
hoy necesitamos escuchar nuevamente
tus palabras junto al lago de Tiberíades,
creérnoslas
y hacerlas alimento saludable
para no desfallecer en el camino
y tener la vida que nos prometiste.

Vosotros me buscáis
porque comisteis hasta saciaros.
Trabajad, no por el alimento que perece,
ni por los manás de moda,
sino por el pan que perdura
y da vida verdadera.

F. Ulibarri

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