Están siendo unas vacaciones distintas. No hay turismo, ni frenesí cotidiano por llenar el día visitando lugares, monumentos, ni haciendo muescas en la culata para incrementar el número de trofeos. No hay empeño en hacer kilómetros y ver sitios que quedan conservados en las fotografías para poder añorarlos cuando se han ido. Hay, eso sí, tiempo. Tiempo sin medida; tiempo sin tiempo. Tiempo sin tiempo para el descanso, la calma y el sosiego, para echar fuera las prisas, y descubrir cuánto cabe en el tiempo sin tiempo. Para olvidar relojes y dejar que el sol me amanezca y el cansancio me arrope. Tiempo sin tiempo en el que cabe casi todo. Cabe el encuentro y la amistad, gratuitos, agradecidos y humanos. Encuentros serenos, profundos, humanos. Encuentros vitales. Algunos inesperados, y, por eso mismo, doblemente agradecidos. Lo mejor no se busca, se encuentra. Es tiempo para resembrar amistades y lazos. Hay tiempo sin tiempo para la charla sosegada, para el diálogo, para el ...