Despierta, Señor, nuestros corazones, que se han dormido en cosas triviales y ya no tienen fuerza para amar con pasión. Despierta, Señor, nuestra ilusión, que se ha apagado con pobres ilusiones y ya no tiene razones para esperar. Despierta, Señor, nuestra sed de ti, porque bebemos aguas de sabor amargo que no sacian nuestros anhelos diarios. Despierta, Señor, nuestra hambre de ti, porque comemos manjares que nos dejan hambrientos y sin fuerzas para seguir caminando. Despierta, Señor, nuestras ansias de felicidad, porque nos perdemos en diversiones fatuas y no abrimos los secretos escondidos de tus promesas. Despierta, Señor, nuestro silencio hueco, porque necesitamos palabras de vida para vivir y sólo escuchamos reclamos de la moda y el consumo. Despierta, Señor, nuestro anhelo de verte, pues tantas preocupaciones nos rinden y preferimos descansar a estar vigilantes. Despierta, Señor, esa amistad gratuita, pues nos hemos ins...