No nos gusta hablar de conversión. Casi instintivamente pensamos en algo triste, penoso, muy unido a la penitencia, la mortificación y el ascetismo. Un esfuerzo casi imposible para el que no nos sentimos ya con humor ni con fuerzas. Sin embargo, si nos detenemos ante el mensaje de Jesús, escuchamos, antes que nada, una llamada alentadora para cambiar nuestro corazón y aprender a vivir de una manera más humana, porque Dios está cerca y quiere sanar nuestra vida. La conversión de la que habla Jesús no es algo forzado. Es un cambio que va creciendo en nosotros a medida que vamos cayendo en la cuenta de que Dios es alguien que quiere hacer nuestra vida más humana y feliz. Porque convertirse no es, antes que nada, intentar hacerlo todo mejor, sino sabernos encontrar por ese Dios que nos quiere mejores y más humanos. No se trata solo de “hacerse buena persona”, sino de volver a aquel que es bueno con nosotros. Por eso, la conversión no es algo triste, sino el descubrimiento de la verdadera a...
Despiértame, Señor, cada mañana y guía mis pasos desde el alba al anochecer.
ResponderEliminarDespiértame, Señor, cada mañana y ayúdame a reconocerte en el necesitado.
Despiértame, Señor, cada mañana con tu mirada en mi corazón,
para que en todo te pueda encontrar, alabar y amar.
Bueno, como oración no hay duda de que sirve, pero como canción matutina... Ufff... Voy a tener que seguir intentándolo, con lo bien que iba últimamente...
ResponderEliminarDespertome hoy, pero me concedió un poco de más descanso. Por aquello de no saber ni el día ni la hora, el despertar es para mí el momento más gozoso del día. ¡Gracias, Señor!
ResponderEliminar