EL GESTO DE UN JOVEN
Juan 6,1-15. 17 Tiempo ordinario (B)
De todos los gestos realizados por Jesús
durante su actividad profética, el más recordado por las primeras comunidades
cristianas fue seguramente una comida multitudinaria organizada por él en medio
del campo, en las cercanías del lago de Galilea. Es el único episodio recogido
en todos los evangelios.
El
contenido del relato es de una gran riqueza. Siguiendo su costumbre, el
evangelio de Juan no lo llama "milagro" sino "signo". Con
ello nos invita a no quedarnos en los hechos que se narran, sino a descubrir
desde la fe un sentido más profundo.
Jesús
ocupa el lugar central. Nadie le pide que intervenga. Es él mismo quien intuye
el hambre de aquella gente y plantea la necesidad de alimentarla. Es conmovedor
saber que Jesús no solo alimentaba a la gente con la Buena Noticia de Dios,
sino que le preocupaba también el hambre de sus hijos e hijas.
¿Cómo
alimentar en medio del campo a una muchedumbre numerosa? Los discípulos no
encuentran ninguna solución. Felipe dice que no se puede pensar en comprar pan,
pues no tienen dinero. Andrés piensa que se podría compartir lo que haya, pero
solo un muchacho tiene cinco panes y un par de peces. ¿Qué es eso para tantos?
Para
Jesús es suficiente. Ese joven, sin nombre ni rostro, va hacer posible lo que
parece imposible. Su disponibilidad para compartir todo lo que tiene es el
camino para alimentar a aquellas gentes. Jesús hará lo demás. Toma en sus manos
los panes del joven, da gracias a Dios y comienza a "repartirlos"
entre todos.
La
escena es fascinante. Una muchedumbre, sentada sobre la hierba verde del campo,
compartiendo una comida gratuita, un día de primavera. No es un banquete de
ricos. No hay vino ni carne. Es la comida sencilla de la gente que vive junto
al lago: pan de cebada y pescado ahumado. Una comida fraterna servida por Jesús
a todos gracias al gesto generoso de un joven.
Esta
comida compartida era para los primeros cristianos un símbolo atractivo de la
comunidad nacida de Jesús para construir una humanidad nueva y fraterna. Les
evocaba, al mismo tiempo, la eucaristía que celebraban el día del Señor para
alimentarse del espíritu y la fuerza de Jesús, el Pan vivo venido de Dios.
Pero
nunca olvidaron el gesto del joven. Si hay hambre en el mundo, no es por
escasez de alimentos sino por falta de solidaridad. Hay pan para todos, falta
generosidad para compartir. Hemos dejado la marcha del mundo en manos del poder
financiero, nos da miedo compartir lo que tenemos, y la gente se muere de
hambre por nuestro egoísmo irracional.
José Antonio Pagola
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