¡Siempre estás!


En las plazas y en las iglesias,
siempre estás tú.
En los mercados y en los claustros,
siempre estás tú.
En las ciudades y en los desiertos,
siempre estás tú.
En los valles y en las montañas,
siempre estás tú.
En las fábricas y salas de fiesta,
siempre estás tú.
En las playas y en los monasterios,
siempre estás tú.
En las cumbres nevadas y en los oasis,
Siempre estás tú.
En las calles y en los corazones,
siempre estás tú...

Aunque ya no haya estrellas
y yo vaya por caminos inciertos,
tú siempre estás...

Aunque no te ofrezca nada
-ni oro ni incienso ni mirra-
tú siempre estás.

Aunque vuelva a mi hogar
en busca de paz y seguridad,
tú siempre estás.

Te veo junto a mí
en los días de éxito y favor
y en los oscuros y de tribulación.

Te veo junto a mí,
a veces delante, a veces detrás,
y también en mis flancos débiles y sin cubrir.

Te veo junto a mí
rodeándome y protegiéndome
y también sacándome al horizonte.

Te veo junto a mí
cuando ando entre la gente
y contemplo el rostro de quienes van y vienen.

Y cuando abro mis ojos,
ora camine ora me detenga,
es tu rostro el que me ilumina y emociona.

En todos los lugares en los que estoy, estás.
A todas las horas que estoy, estás;
y tu rostro encarnado, siempre me ama más.

Florentino Ulibarri

Comentarios

  1. Es una obviedad que es así, pero al mismo tiempo una suerte verle a Él, ver su presencia constante y continuada en cada uno de los acontecimientos de la vida, en lo grandioso y en lo nimio, en todo lugar y a todas horas; pero Florentino lo ha dicho de forma bellísima. Felicidades.

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