No nos gusta hablar de conversión. Casi instintivamente pensamos en algo triste, penoso, muy unido a la penitencia, la mortificación y el ascetismo. Un esfuerzo casi imposible para el que no nos sentimos ya con humor ni con fuerzas. Sin embargo, si nos detenemos ante el mensaje de Jesús, escuchamos, antes que nada, una llamada alentadora para cambiar nuestro corazón y aprender a vivir de una manera más humana, porque Dios está cerca y quiere sanar nuestra vida. La conversión de la que habla Jesús no es algo forzado. Es un cambio que va creciendo en nosotros a medida que vamos cayendo en la cuenta de que Dios es alguien que quiere hacer nuestra vida más humana y feliz. Porque convertirse no es, antes que nada, intentar hacerlo todo mejor, sino sabernos encontrar por ese Dios que nos quiere mejores y más humanos. No se trata solo de “hacerse buena persona”, sino de volver a aquel que es bueno con nosotros. Por eso, la conversión no es algo triste, sino el descubrimiento de la verdadera a...
De qué callada manera me ausenté. Dos días en el hospital y ahora en casa convaleciente, no yo, sino mi hijo, a quien volvemos a cuidar al cabo de los años. ¡Gracias, Señor, por cuidar de él!
ResponderEliminarEspero que no sea grave y haya ido todo bien. Un abrazo y bienvenido
EliminarSiento mucho lo de tu hijo, aunque espero que se restablezca muy pronto. Los cuidados de mamá y papá hacen milagros. Es como volver a la infancia. ¡Cómo echamos de menos esos cuidados algunas veces! Que vaya todo bien. Un beso
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