Cualquier día, en cualquier momento, a tiempo o a destiempo, sin previo aviso, lanzas tu pregunta: Y tú, ¿quién dices que soy yo? Y yo me quedo a medio camino entre lo correcto y lo que siento, porque no me atrevo a correr riesgos cuando tú me preguntas así. Nuevamente me equivoco, y me impones silencio para que escuche tu latir y siga tu camino. Y al poco, vuelves a la carga. Y tú, ¿quién dices que soy yo? Enséñame como tú sabes. Llévame a tu ritmo por los caminos del Padre y por esas sendas marginales que tanto te atraen. Corrígeme, cánsame y vuelve a explicarme tus proyectos y quereres y quién eres. Cuando en tu vida toda encuentre el sentido para los trozos de mi vida rota; cuando en tu sufrimiento y en tu cruz descubra el valor de todas las cruces; cuando haga de tu causa mi causa; cuando ya no busque salvarme sino perderme en tus quereres… Entonces, Jesús, vuelve a preguntarme: Y tú, ¿quién dices que soy yo?