Tú, mi esperanza, óyeme para que no sucumba al desaliento. Tú, mi anhelo, óyeme para que no me dé por satisfecho. Tú, vida para mi vida, óyeme para que no deje de buscarte. Buscarte día a día, en soledad y compañía, en los momentos de euforia y alegría, y en los de tedio y desgana. Buscarte compartiendo y recibiendo, buscando y preguntando, sirviendo y sembrando, luchando y amando, orando y glorificando, trabajando y estudiando, dialogando y soñando, muriendo y creando, viviendo sin fronteras ni murallas. ¡Te busco, Dios! ¡Quiero ver tu rostro! ¡¡Quiero ver tu rostro!! Saliste a mi encuentro cuando no te esperaba. Atravesaste puertas y ventanas, valles y montañas ríos y murallas, desiertos y playas, calles y plazas, tugurios e iglesias, tabernas y fábricas... Te hiciste el encontradizo. Me sorprendiste a tu manera. Me tomaste de la mano como si nos conociéramos de toda la vida. Y estuvimos un rato juntos. Te vi un poco, te sentí junto a mí. Quie...